Un mismo espacio, dos mundos disociados: una sala en la que varios hombres llevan a cabo los rituales del entrenamiento guerrero persa; una estancia donde una joven realiza la práctica de la purificación. Mediante un lenguaje poético y contundente, la artista iraní Maryam Tafakory propone un ejercicio de resistencia a la consideración del cuerpo de la mujer como objeto de represión.