El propio John Paizs da vida al protagonista de Crime Wave, Steven Penny, un autor obsesionado con escribir y dirigir "la gran película de crímenes en color", pero que es incapaz de completar su guion al no poder escribir nunca nada que no sean principios o finales. La hija de 10 años de sus caseros se propone ayudarle a completar su película, iniciando así un viaje en torno a la imaginación y la creatividad desde el humor, el absurdo, el pastiche y el camp. Crime Wave es una paradoja: es una película sobre la agonía del bloqueo creativo, pero exhibe en sí misma una imaginación y creatividad impresionantes.
Su historia no se queda corta: después de debutar con éxito en el Festival de Toronto en 1985, su distribuidora le pidió a Paizs que cambiase el final. Aunque así lo hizo, Crime Wave nunca llegó a estrenarse en salas comerciales: distribuida únicamente en VHS y muy difícil de encontrar, tuvieron que pasar más de 30 años para que pudiésemos recuperar la copia en 16mm, con su final original, cuya versión digitalizada y restaurada en 2K ahora proyectamos.
El autor, a través de su distribuidora, le hizo llegar su película a varios cineastas de Hollywood. Entre ellos, a los hermanos Coen. Estos nunca le dieron a Paizs el feedback que tanto ansiaba, pero el autor de 65 años está convencido de que su película influyó sobremanera en la creación de Barton Fink (Ethan Coen y Joel Cohen, 1991), a la que la unen no pocas similitudes.
Crime Wave es considerada, a día de hoy, una obra central para el movimiento de ‘postmodernistas de la pradera’ —término acuñado por el crítico Geoff Pevere— del que surgieron algunos de los cineastas más singulares de Canadá.