Aleluya es una película dedicada a Nigeria. A sus mártires, a su gente. Está grabada en la capital y en varias ciudades del norte de un país donde el terrorismo de Boko Haram y el islamismo golpean con fuerza desde hace 15 años.
¿Cómo puede un documental dedicado a la persecución de los cristianos africanos titularse así? Es una de las muchas provocaciones que contiene esta cinta y que el espectador descubre con asombro a medida que se adentra en ella.