La noche extiende su laberinto de oscuridades. Allí cada persona es un muerto viviente. Un coro de personajes deambulan a esas horas por una ciudad que no vemos, interpretándose a sí mismos: drogadictos, prostitutas, trapicheadores y demás habitantes de las sombras. Los créditos están poblados de alias, más que de nombres y apellidos. Teatro filmado en un breve pero profundo descenso a los infiernos, donde el delirio y la sordidez habitan y danzan a ritmo de mambo.